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Más allá  de las diferencias en la definición entre un equipo multidisciplinar, interdisciplinar, metadisciplinar, etc, , ni en las ventajas o inconvenientes del mismo, lo que está claro es que dentro del ámbito del Trabajo Social y de los Servicios Sociales tenemos que trabajar en muchas ocasiones desde estos equipos. A veces están formados por compañeros de diferentes disciplinas pero que todos pertenecen a la misma Organización, en otras ocasiones cada uno viene de una Organización diferente lo que conlleva una dinámica completamente diferente, pero podríamos decir que existen unas claves comunes a todos los equipos que van a llevar al buen funcionamiento y éxito de los mismos.

Tener claro el objetivo del equipo, para que se reúne, que se pretende de esas reuniones. Esto que parece tan básico y lógico os aseguro que no lo es, en muchas ocasiones los miembros tienen una idea general de lo que se quiere tratar pero no está para nada expresado de forma clara y concisa. Es importante que cuando se inicie un trabajo en equipo quede bien explicitado cual es el objetivo del equipo y cómo se verificará que se están cumpliendo los objetivos.

¿Quién lidera el equipo? Este es uno de los principales problemas que se suelen encontrar este tipo de equipos y es que  tendemos a que exista un liderazgo compartido, pero a la hora de que un equipo funcione esta fórmula no es válida al contrario es contraproducente. Tiene que estar claro quien lidera el equipo, quien lidera las reuniones, quien se encargará de impulsar el trabajo y a los miembros del equipo para que realicen las tareas que se le encomienden. Cuando el equipo está formado por miembros de la mima organización el líder deberá ser nombrado por la Dirección de la Organización, si el equipo está formado por diferentes Organizaciones, deberá ser el propio equipo quien nombre y respalde al líder.

Aparcar los egos corporativos, y es que ninguna profesión tiene la exclusiva del saber y del conocimiento y menos cuando de seres humanos y de realidad social se trata. Siempre he tenido la sensación de que existe mucha soberbia entre profesionales, creyéndose unos superiores a otros en escala de conocimientos, si le preguntas a un Trabajador Social te dirá que el Psicólogo se cree que lo sabe todo, si le preguntas al Educador Familiar te dirá que el Trabajador Social y si le preguntas al Técnico de Integración te dirá que el Educador le limita a la hora de intervenir, ufff!! que aburrimiento siempre es lo mismo por más años que pasen. A ver si nos enteremos de una vez que no se trata de mi persona ni de mi profesión, sino de sacar el trabajo adelante y de las personas a las que dirigimos nuestra intervención.

Dar el valor que corresponde al otro como profesional y persona y a mí mismo. Y es que esto está muy relacionado con el punto anterior. Es importante encontrar ese equilibrio entre el valor que me doy a mí mismo y el valor que le otorgo al otro, sin caer en la soberbia ni en el  narcisismo por un lado, pero tampoco en la infravaloración o sentirme pequeño frente al otro. ¿Cómo conseguir esto?, pues yo la mejor forma que conozco hasta el momento es la del trabajo de desarrollo personal, me da igual psicoterapia, meditación, coaching, supervisión, lo importante es trabajarse por dentro, ser capaces de revisarnos y sumergirnos en nuestro interior para desmontar egos y fortalecer almas.

Abrir oídos y mente, el tener una actitud de plena apertura a escuchar y a compartir. Tener la mente abierta a recibir nuevas formas de actuar, de pensar, de intervenir,  sin cuestionarlos a priori como buenos o malos simplemente como diferente a lo que hasta ahora había escuchado y visto. Eso sí, tener bien abiertos los oídos y la mente es directamente proporcional a tener bien cerrada la boca. Bien sencillo ¿verdad? Así que escucha, escucha y escucha y una vez que lo hayas echo, aporta, aporta y aporta, porque en el trabajo en equipo todos tenemos que aportar y sumar.

Estar dispuesto a perder la razón, y es que los seres humanos estamos dispuestos a cualquier cosa con tal de tener la razón, son tan fuertes nuestras creencias que nos aferramos a ellas con uñas y dientes, sin darnos cuenta que no son más que nuestro propio mapa mental, teñido de mil experiencias personales que hacen que veamos la realidad de una forma determinada, pero ¿Quién me dice que lo que yo veo es la realidad objetiva y obvia y no una simple interpretación particular de la misma?